El Monasterio de Nuestra Señora de Piedra, situado en un pequeño pueblo Zaragozano, Nuévalos, junto con los jardines y las numerosísimas cascadas generadas por el río Piedra, han convertido este lugar en un verdadero paraíso. El lugar donde hoy se levanta el monasterio, en tiempos estuvo ocupado por un castillo musulmán, cuyas piedras se utilizaron en su construcción. Doce monjes partieron de la abadía cisterciense de Poblet, en busca de un lugar para crear una nueva fundación, cuando llegaron a este hermoso y apartado paraje, decidieron que era idóneo para desarrollar su labor de trabajo y oración. El Rey Alfonso II de Aragón cedió estas tierras a la orden cisterciense, que levantó este monasterio en tan solo veintitrés años, estando concluido en 1218. Desde entonces los monjes cistercienses lo habitaron ininterrumpidamente durante más de seiscientos años. . La llegada del siglo XIX acabó con la tranquilidad de este lugar, y los monjes tuvieron que abandonar el monasterio hasta en tres ocasiones, la última y definitiva en 1835, como consecuencia de la desamortización de Mendizábal. Poco después en 1840 D. Pablo Muntadas Campeny lo compró en subasta pública y desde entonces es de propiedad privada.
En toda la arquitectura del monasterio de Piedra, siguiendo los preceptos de la orden del cister, se respira sobriedad, que consigue espacios conceptuales limpios, carentes de todo adorno innecesario. La Iglesia de este monasterio se nos muestra en avanzado estado de deterioro, aun así podemos apreciar toda la belleza románica de sus tres naves y su ábside poligonal abovedado. El Claustro, al igual que la iglesia, data del siglo XIII. Una reciente restauración le ha devuelto su grandeza cisterciense de antaño. Hoy luce robusto y austero sus arcos apuntados, apoyados en bellos capiteles decorados con motivos vegetales. Alrededor del Claustro se abrían las dependencias del monasterio, una de las más importantes, la sala capitular, en la que podemos ver las características columnas en forma de palmera y en una de las claves de sus bóvedas, aún perdura, un relieve del castillo musulmán sobre cuyas ruinas se levantó este Monasterio.
En las inmediaciones del monasterio, el rio Piedra forma un paraje de idílica belleza, con un sinfín de cascadas, chorreras, lagos y grutas. Paseando por sus casi cinco kilómetros de senderos, iremos descubriendo, sumergidos en una explosión de naturaleza, los magníficos rincones que a lo largo de los siglos el agua, ha ido tallando con su infinita paciencia. Nos adentraremos por grutas, disfrutaremos de las cristalinas aguas del lago de los patos y el baño de diana y admiraremos las cascadas, caprichosa, trinidad y la mayor de todas la de Cola de Caballo con sus más cincuenta metros de altura.
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