A pesar de su importancia las ruinas de Baelo Claudia, aunque conocidas desde mucho tiempo atrás, permanecieron prácticamente olvidadas entre las arenas de las dunas que las cubrían hasta comienzos del siglo XX,
cuando Pierre París promovió las primeras excavaciones que pronto revelaron a Baelo Claudia, como uno de los trazados urbanos de la época romana más completos y mejor conservados de toda la península ibérica. No fueron los romanos los primeros en ocupar estas tierras, antes de que ellos iniciaran la construcción de su ciudad, ya existía en este lugar un asentamiento fenicio. El origen y desarrollo de esta ciudad romana estuvo unido desde un principio al mar, pues su puerto adquirió una enorme importancia estratégica en el comercio con las principales ciudades norteafricanas y gracias a la pesca que propició el desarrollo de la industria del tan apreciado “garum”, a mediados del siglo I fue elevada a la categoría de “municipium” por el emperador Claudio. Poco duraría el esplendor de Baelo Claudia, que en el siglo II sufriría el devastador efecto de un terremoto que la destruyó por completo, y aunque se sabe que hubo intentos de reconstruirla ya nunca volvería a ser, la importante ciudad de sus mejores tiempos. Poco a poco sus piedras se fueron cubriendo de la arena de las dunas, hasta hacerla desaparecer bajo ellas, y así permaneció durante siglos.
cuando Pierre París promovió las primeras excavaciones que pronto revelaron a Baelo Claudia, como uno de los trazados urbanos de la época romana más completos y mejor conservados de toda la península ibérica. No fueron los romanos los primeros en ocupar estas tierras, antes de que ellos iniciaran la construcción de su ciudad, ya existía en este lugar un asentamiento fenicio. El origen y desarrollo de esta ciudad romana estuvo unido desde un principio al mar, pues su puerto adquirió una enorme importancia estratégica en el comercio con las principales ciudades norteafricanas y gracias a la pesca que propició el desarrollo de la industria del tan apreciado “garum”, a mediados del siglo I fue elevada a la categoría de “municipium” por el emperador Claudio. Poco duraría el esplendor de Baelo Claudia, que en el siglo II sufriría el devastador efecto de un terremoto que la destruyó por completo, y aunque se sabe que hubo intentos de reconstruirla ya nunca volvería a ser, la importante ciudad de sus mejores tiempos. Poco a poco sus piedras se fueron cubriendo de la arena de las dunas, hasta hacerla desaparecer bajo ellas, y así permaneció durante siglos.
Tras las últimas excavaciones, hoy podemos apreciar que el urbanismo de Baelo Claudia fue planificado siguiendo los esquemas más ortodoxos del urbanismo romano, en el que una muralla, de algo más de un kilómetro de perímetro, estructurada a base de lienzos separados por torres, delimitaba el espacio urbano. Cuatro puertas principales daban acceso al interior de la ciudad, a través de sus dos principales vías perpendiculares entre sí, en torno a las cuales se distribuían tanto los principales edificios públicos, el foro, los templos, los baños o el teatro, junto con las viviendas de uso privado. Hoy a través de sus ruinas, solo vemos un pequeño atisbo de lo que un día fue esta importante ciudad, pero con la ayuda de las explicaciones que encontramos en el Centro de Interpretación, que recientemente ha sido construido anexo a ellas, y dejando volar la imaginación no es difícil imaginar el ajetreo de las gentes en su vida diaria, pescando, produciendo “gorum” en sus fábricas de salazón y cargándolas en las ánforas que las llevarían hasta la poderosa Roma. Hoy ya no vemos los barcos romanos, pero si las playas que los contemplaron hace dos mil años, y de las que aún podemos disfrutar en los calurosos días de verano,
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