sábado, 29 de julio de 2017

Guimera, LLeida

Están los vecinos de la villa de Guimera muy orgullosos de su pueblo, púes a pesar de ser menos de cuatrocientos, pueden presumir de seguir celebrando cada mes de Agosto su mercado medieval, tradición que ha cumplido más de siete siglos,
pues su origen se remonta a finales del siglo XIII. Mucho antes que su mercado, comenzó la andadura histórica de esta villa, probablemente fueron los íberos sus primeros pobladores, siglos más tarde, allá por el siglo XI, se construiría su primer castillo, que aunque en su origen no fue más que una torre de vigilancia, llegó a convertirse en una importante fortaleza medieval que participó en varios conflictos bélicos. Aún se mantiene en pie los restos de este castillo, aunque el tiempo ha dejado en él una huella imborrable. Mucho mejor que su castillo se ha conservado el trazado medieval de sus calles, un auténtico laberinto de caprichosas y originales formas arquitectónicas construidas en piedra. Como si de un juego se tratara las calles de Guimera, nos conducirán a través de arcos, escaleras y callejones cubiertos, veremos los pasos elevados que unen sus viejos edificios de piedra sobre nuestras cabezas, nos detendremos a observar las bellas ventanas de sus casas, los detalles decorativos de sus fachadas y sus recias puertas de madera. Apenas sin advertirlo, tendremos conciencia de que hemos pasado, en un abrir y cerrar de ojos, desde el siglo XXI a plena edad media, donde si nos paramos a escuchar oiremos, los golpes del martillo del herrero, las risas del tabernero y los pregones de los mercaderes. Nuestros pasos acabarán sin duda frente a la Iglesia de Santa María, alzándose su fachada poderosa y arrogante, mostrando segura su belleza pétrea de casi mil años de historia, pues su construcción data de los siglos XI y XII por el señor Guerau Alemany de Cervelló y su esposa, Geralda de Rocabertí, cuyos escudos campean aún en su fachada y en alguno de sus capiteles. Como estamos en la parte más alta de Guimera, desde aquí todo nuestro camino será en descenso hasta llegar a la Plaza Mayor, que a pesar de no ser demasiado amplia, cuenta con la singular belleza que le otorgan sus soportales de madera y piedra y el bello arco apuntado que cubre una de las calles de acceso. Sin salir de esta plaza, descubriremos la coqueta capilla de San Esteban y el Museo de Guimerá en el edificio que antaño ocupó el Ayuntamiento, donde en tiempos medievales se administraba justicia en nombre del Señor feudal. Una de las piezas de este museo, que más curiosidad me despertó fue el sepulcro de un caballero, tallado con todo lujo de detalles y que conserva restos de pintura. No tardaron en informarme que este sepulcro se encontró en el Convento de Vallsanta, antiguo cenobio cisterciense femenino situado muy cerca de la villa, así que pensé que sería un lugar ideal para terminar mi visita de Guimera. No me equivoqué, pues a pesar de que hoy solo quedan unas pocas ruinas de este monasterio construido durante el siglo XIII, sus piedras llenan el lugar con la tristeza de su historia, en la que las epidemias de peste y las penurias económicas del cenobio dejó mermada su comunidad, hasta el punto de que solo quedaban tres monjas, cuando finalmente el abad del monasterio de Poblet, ordenó que las religiosas se trasladaran definitivamente a Santa María del Pedregal. Desde entonces quedó el monasterio vacío y abandonado, apoderándose de él la ruina y la tristeza.



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INFORMACIÓN DE UTILIDAD

Información turística
Ayuntamiento de Guimerá
Ctra de Tárrega, 32
25341 Guimerá (LLeida)
Tfno: 973 30 30 38





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