Los Viajes de Bevi, la Bellota Viajera: Castillo de Montesa, Valencia

domingo, 15 de octubre de 2017

Castillo de Montesa, Valencia

El castillo de Montesa corona un montículo desde él que se domina toda la villa, y aunque hoy apenas si quedan de él unas cuantas ruinas, fue uno de los castillos más fuertes del Reino de Valencia.
Sus gruesos muros defendidos por recias torres, albergaron en su interior a la Orden Militar de Montesa, aunque la historia de este castillo comenzó mucho antes de la llegada de estos caballeros, pues ya aparece citado en el siglo X durante la ocupación musulmana. Permaneció esta fortaleza y su castillo bajo el dominio musulmán hasta que en 1277 Pedro III la hizo cristiana. Pero el esplendor de esta villa y de su fortaleza se produjo cuando, desaparecida la orden del Temple, se consigue la autorización del papa para crear la Orden de Santa María de Montesa y muchos de los bienes templarios van a parar a la nueva orden, que establece su sede en este castillo. Durante siglos ejerció un importante papel en la historia, hasta que en 1748 una serie de fuertes terremotos asolaron la comarca, produciendo la ruina de gran parte de la fortaleza, y con ella la muerte de muchos de los miembros de la orden. Fue entonces cuando el resto de la comunidad fue trasladada al palacio del temple de Valencia y el castillo de Montesa abandonado para siempre.

Es el castillo de Montesa una de las piezas más valiosas del patrimonio histórico artístico de Valencia, pues se trata del único castillo-convento del antiguo reino de Valencia. Aunque tuvo un origen árabe, las ruinas que hoy podemos contemplar corresponden a la profunda reforma a la que fue sometido por los monjes soldados de la orden. Contemplando estas ruinas, es fácil imaginar el imponente aspecto que debía presentar en sus tiempos de mayor gloria, con sus muros fundidos con la roca que le sirve de apoyo y que se alzan hasta más de treinta metros de altura. Aun se dejan oír, los ecos de la voces de caballeros prestos a formar filas en su inmensa plaza de armas, en la que según dicen, podía albergar hasta dos mil soldados. Hoy ya no resuenan los metales de las armas, ni el rumor de los hábitos de los religiosos que lo habitaron, solo queda el viento, el viento y la piedra vencida por el tiempo. Desde hace años se están haciendo labores consolidación y restauración de parte de esta fortaleza, pero aún queda mucho que trabajar para devolver a este castillo la grandeza de la que disfrutó hace siglos.