El palacio de los duques del infantado podemos decir que es la expresión arquitectónica de la historia de un linaje que dio vida y auge a la ciudad de Guadalajara durante varios siglos: Los Mendoza. Ya el primer Mendoza alcarreño, Don pedro González en el siglo XIV construyó en este lugar sus casas principales. El segundo Duque del Infantado Iñigo López de Mendoza y Luna, en torno a 1480, decidió construir aquí su palacio. Derribó las antiguas casas de la familia y al terminar el siglo XV este palacio lucía ya en todo su esplendor gótico, repleto de belleza y riquezas. La enorme fama que adquirió este palacio hizo que en 1560 fuera en este lugar donde el rey de España Felipe II celebró su matrimonio con Isabel de Valois.
Tanto era el gusto por el lujo y la belleza de la familia Mendoza que el quinto Duque del Infantado en 1569, emprendió una serie de reformas en este palacio para colocarlo a la altura del que Felipe II estaba construyendo en las cercanías de Madrid. Para conseguirlo, añadió detalles renacentistas a su fachada, construyó nuevas ventanas, elevó el nivel del patio interior, construyó un bello jardín mitológico junto al palacio y contrató a los artistas italianos que trabajaban en El Escorial para que pintaran los frescos de los techos de sus salones.
Cuando los Mendoza marchan a la Corte, este palacio queda abandonado y comienza aquí su declive. Parte de él es cedido primero al ayuntamiento y más tarde al Ministerio de Guerra que lo utiliza como colegio. No terminaron aquí los infortunios de este palacio, ya que durante la guerra civil el palacio fue bombardeado quedando prácticamente destruido. Aunque posteriormente ha sido reconstruido, nunca volverá a lucir en todo su esplendor ya que muchas de sus antiguas riquezas se perdieron para siempre, como sus artesonados mudéjares de los que se decía eran de los más bellos del mundo.
En la actualidad dos son las joyas arquitectónicas de este edificio su fachada y su patio central.
La fachada del palacio del infantado es una de las joyas del arte gótico civil de nuestro país. Las puntas de diamante que decoran toda la extensión de la fachada, la galería corrida de balcones que la corona, con sus bellos garitones y su majestuosa portada ofrecen el sorprendente efecto de estar contemplando una pintura en lugar de un edificio, al igual que ocurre en el palacio de Jabalquinto en Baeza que visitamos hace unos meses. La portada es una auténtica maravilla, repleta de símbolos que muestran la grandeza de la familia, su escudo de armas, la corona ducal, un águila con la mirada al frente y los dos velludos que sostienen un complejo emblemático circular en el que aparecen los escudos de los títulos y señoríos de la familia.
Traspasada esta portada accedemos al patio central, llamado de los leones. Tiene este patio una planta rectangular, con una doble arquería de extraordinaria belleza. Sobre cada columna, rematado por la corona ducal, el escudo de Mendoza se alterna con el de Luna y entre ellos parejas de leones, emblema de Don Diego Hurtado de Mendoza, vigilan su grandeza.
Paseando bajo el cobijo de esta espectacular galería termina nuestra visita de hoy.
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