Esta pintoresca villa gaditana, asentada sobre una espectacular peña de gran altura muestra su pasado en torno a un trazado urbano de origen musulmán, en el que sus estrechas y empinadas calles se engarzan unas en otras a través de los blancos arcos característicos de esta localidad. Su pasado se remonta a tiempos prehistóricos, aunque es durante la época musulmana cuando adquiere verdadera importancia como villa, llegando a ser capital de un reino Taifa. En esta época la villa se amuralló y de ella data la compleja trama de su trazado urbano, verdadero ejemplo de “Pueblo Blanco” en el que sus laberínticas calles se adaptan a la complejidad de la orografía del terreno.
Para descubrir la riqueza monumental que encierra Arcos de la Frontera, no hay nada mejor que pasear por las calles de su casco histórico, que se extiende desde la Puerta Matrona, único acceso que se conserva de la antigua muralla, hasta la cuesta de Belén. Además del encanto de la arquitectura popular, iremos descubriendo en nuestro paseo diversos edificios más notables, como el convento de la Encarnación, el de la Caridad o el de San Juan de Dios, y casas solariegas de gran belleza, articuladas en torno a un bello y fresco patio central. En el punto más alto de la villa encontramos la plaza del Cabildo, donde se levantan algunos de los edificios más significativos del patrimonio arquitectónico de Arcos de la Frontera, El Ayuntamiento, el Castillo Ducal, la casa del Corregidor, donde actualmente está ubicado el parador de Turismo, la Basílica de Santa María de la Asunción y un mirador que nos ofrece una espectacular panorámica de la campiña gaditana. La Basílica de la Asunción, construida sobre una antigua mezquita árabe, nos ofrece una llamativa y espectacular imagen, cuya fachada, además de ofrecernos una bella mezcla de estilos, tiene una peculiar disposición destacando su recia y peculiar torre-campanario que ocupa el centro de la misma. El interior se articula en tres naves cubiertas por bóvedas de crucería, donde tendremos ocasión de admirar un estupendo órgano declarado Monumento Nacional. No muy lejos de este lugar se levanta el otro gran edificio religioso de Arcos de la Frontera, La iglesia de San Pedro construida en el siglo XIV en estilo gótico con importantes añadidos en estilo Barroco del siglo XVIII como son su torre y su fachada. Cuenta la tradición que los partidarios de la Iglesia de San Pedro disputaron la antigüedad y primacía eclesiástica a la Basílica de Santa María, tan intensa fue esta disputa que una comitiva de feligreses de Santa María viajó a Roma para obtener del Papa el reconocimiento de que era la más antigua e insigne de Arcos. Obtuvo Santa María tal reconocimiento, además de una momia incorrupta regalo del Pontífice. A la vuelta fueron los partidarios de San Pedro los que viajaron a Roma, con el fin de conseguir el mismo reconocimiento. En lugar de una el papa les regaló dos momias, para dejar claro que San Pedro era el templo más antiguo y principal de Arcos. Tanta rivalidad creció entre los feligreses de San Pedro, que para no nombrar a Santa María, cambiaron la oración diciendo “San Pedro, madre de Dios, ruega por nosotros”.
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