La historia de la iglesia de San Juan Bautista de Berzocana comienza en el siglo VII, época en la que los árabes entraban y conquistaban la península,
cuando unos clérigos de Sevilla huyendo hacia el norte llevaban consigo los restos de San Fulgencio y Santa Florentina. Viéndose acosados por sus perseguidores, debieron pensar que la mejor forma de proteger las reliquias era esconderlas en estas abruptas sierras. Durante cinco siglos permanecieron desaparecidas hasta que, el 26 de octubre del año 1233 un labrador que estaba arando en un olivar, que desde entonces se conoce con el nombre de olivar de los Santos, encontró el sarcófago de alabastro blanco que las contenía. Pero lo insólito de esta leyenda popular ocurre cuando unos clérigos de Guadalupe, quisieron llevarse las reliquias para custodiarlas y venerarlas en su monasterio, fue entonces cuando al hacer noche a una legua de la villa, las reliquias desaparecieron para volver al sepulcro donde fueron encontradas, hecho que ocurrió en varias ocasiones. Desde entonces Berzocana se convirtió en lugar de devoción para muchos peregrinos que acudían a venerar los restos de estos santos que se negaban a salir de estas tierras.
cuando unos clérigos de Sevilla huyendo hacia el norte llevaban consigo los restos de San Fulgencio y Santa Florentina. Viéndose acosados por sus perseguidores, debieron pensar que la mejor forma de proteger las reliquias era esconderlas en estas abruptas sierras. Durante cinco siglos permanecieron desaparecidas hasta que, el 26 de octubre del año 1233 un labrador que estaba arando en un olivar, que desde entonces se conoce con el nombre de olivar de los Santos, encontró el sarcófago de alabastro blanco que las contenía. Pero lo insólito de esta leyenda popular ocurre cuando unos clérigos de Guadalupe, quisieron llevarse las reliquias para custodiarlas y venerarlas en su monasterio, fue entonces cuando al hacer noche a una legua de la villa, las reliquias desaparecieron para volver al sepulcro donde fueron encontradas, hecho que ocurrió en varias ocasiones. Desde entonces Berzocana se convirtió en lugar de devoción para muchos peregrinos que acudían a venerar los restos de estos santos que se negaban a salir de estas tierras.
La fama que adquirieron las reliquias de San Fulgencio y Santa Florentina, además del fervor de los habitantes de la villa, hicieron que se construyera el templo de San Juan Bautista para albergarlas. Este primitivo templo mudéjar del siglo XV, a excepción de su torre fue derruido en su totalidad, para ser sustituido por la imponente iglesia que mandó construir el Obispo de Plasencia en el siglo XVI y que ha perdurado hasta nuestros días.
La Iglesia de San Juan Bautista es una extraordinaria obra del gótico final, en el que se aprecia una clara evolución hacia el renacimiento, que ha sido considerada como la hermana menor de Santa María la Mayor de Trujillo, en la que también trabajara el famoso cantero Sancho de Cabrera. En contraste con lo pequeña que es la villa donde se levanta, sorprenden las enormes dimensiones de esta iglesia, en la que destaca su torre mudéjar, el único resto del primitivo templo del siglo XV, de gran altura y esbeltez donde se aloja el campanario. Si por fuera sorprende su grandeza, por dentro lo hace su belleza. Se estructura en tres naves de igual altura, separadas por seis esbeltos pilares, dividiendo el templo en doce espacios rectangulares cubiertos por bóvedas de crucería, que nos sumergen en un ambiente de sosiego, recogimiento y tranquilidad casi mágico. Aún nos queda mucha belleza por descubrir en el interior de la Iglesia de San Juan Bautista, entre ellas el importantísimo trabajo de cantería que nos ofrece su coro, que ocupando los últimos tres tramos del templo, luce orgulloso el escudo obispal de su balaustrada, la riqueza ornamental de su bóveda estrellada y un hermoso órgano barroco que, según dicen, suena como un coro de ángeles. El mejor lugar para terminar nuestra visita es sin duda la capilla de los Santos, que inaugurada el 3 de octubre de 1610, guarda en un arca de ébano con incrustaciones de oro nácar y marfil, regalo de rey Felipe II, los restos de San Fulgencio y Santa Florentina, protagonistas de la historia que ha dado lugar a nuestro viaje de hoy.
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