El caserío de Aínsa se extiende sobre un promontorio al abrigo del macizo del Monte Perdido muy cerca de donde confluyen los ríos Cinca y Ara. Fue en el siglo XI cuando este territorio fue incorporado al reino de Aragón; poco después, en 1124, el rey Alfonso I le otorga fuero de repoblación y comenzó entonces la época de mayor esplendor comercial de Aínsa, que hizo que se ampliaran sus murallas, se celebraran grandes ferias y entre los siglos XIV y XV se construyera esta bella Plaza. Paulatinamente se fue ampliando hasta alcanzar la planta trapezoidal y las grandes dimensiones de las que hoy hace gala.
En su origen estuvo dedicada a lugar de mercado y los amplios soportales que constituyen la planta baja de todas sus casas acogían a los mercaderes y artesanos que allí se establecieron. Otra de sus características peculiares es la desigualdad de los arcos de sus soportales, unos de medio punto y otros rebajados, debido esto a que la plaza se fue construyendo sin un plan establecido, en distintos momentos, lo que ocasionaba que los edificios que la conformaban tuvieran distintas anchuras. En lo que sí es más uniforme es en los materiales que se emplearon para su construcción el sillarejo, reservándose los sillares para los arcos y para enmarcar puertas y ventanas estando toda ella empedrada con cantos rodados formando casetones.
Tres son los edificios principales que se dan cita en tan bello lugar. En el lado Norte, unido mediante un gran portalón, encontramos los restos de su castillo que data del siglo XI aunque las sucesivas reformas y ampliaciones a que fue sometido han hecho que apenas queden restos de su pasado románico. Lo más destacable de este castillo es la torre del Tenente de planta pentagonal hoy convertida en museo. En el lado opuesto se levanta el edificio del ayuntamiento y un gran arco que se abre a una de las calles principales de la villa, la calle Grande. El tercer gran edificio que se abre a la Plaza Mayor de Ainsa es la Iglesia de Santa María cuya construcción se inició en el siglo XI en estilo netamente románico, finalizándose en el siglo XII. Tiene esta sencilla iglesia, que en tiempos fue colegiata, una bella aunque sencilla portada de cuatro arquivoltas apoyadas en otros tantos pares de columnas de capiteles labrados. Muy destacable también es su torre, también del siglo XII, cuyas dimensiones la hacen única en el románico aragonés y a la que aún podemos subir para contemplar las extraordinarias vistas que desde su altura podemos contemplar. Antes de despedirnos accederemos al interior de la Iglesia de Santa María de una sola nave cubierta con una sencilla bóveda de medio cañón desde donde, antes de marcharme, os contaré que esta plaza es escenario de la conocida Morisma de Ainsa en la que se representa la leyenda que narra la victoria de Garci Jiménez sobre los musulmanes ante los muros de esta villa en el ya lejano año 724.
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