A unos treinta kilómetros al sur de Toledo, entre las localidades de La Puebla de Montalbán y San Martín de Montalbán, encontramos la iglesia de Santa María de Melque, una auténtica joya de la arquitectura visigoda y uno de los edificios religiosos más destacados de la alta edad media que se conservan en España.
Pasear a su alrededor, atravesar sus viejos arcos de herradura y contemplar su rústica decoración, es sentir en la piel como se desvanece el tiempo a nuestro alrededor, y nos devuelve más de mil años de historia.
Pasear a su alrededor, atravesar sus viejos arcos de herradura y contemplar su rústica decoración, es sentir en la piel como se desvanece el tiempo a nuestro alrededor, y nos devuelve más de mil años de historia.
La Iglesia Santa María de Melque formó parte de un gran monasterio levantado a finales del siglo VII sobre una antigua villa romana de la que aún perduran algunos restos. Consiguió sobrevivir este complejo durante la invasión árabe, habitado por una comunidad mozárabe. Cuando esta comunidad religiosa desapareció se usó el templo como fortaleza adaptando el edificio a su nueva función, mediante la construcción sobre su cúpula de una recia torre defensiva. El Rey Alfonso VI de Castilla reconquista Toledo para el poder cristiano, volviendo este templo a su función litúrgica sin abandonar por completo su función militar, que conservaría durante siglos, como centro de una pequeña fortaleza. Al amparo de Santa María de Melque, no sábemos si por la protección que ofrecía ante Dios o ante los hombres, surgió una pequeña población que aprovechaba las antiguas dependencias monásticas como casas de labranza. Alfonso VIII donó este poblado a la Orden del Temple, y tras la desaparición de estos fue pasando por las manos de distintos nobles. Así transcurrieron siglos de forma tranquila y sosegada para esta iglesia, que al estar aislada en el mundo rural permitió su conservación al permanecer lejos de las guerras y destrucciones que protagonizaban los hombres. Rompió esta tranquilidad histórica la desamortización de Mendizábal, que terminó con el culto y el poblado que la rodeaba casi desapareció. Muchos años permaneció en el olvido este templo, usado como un vulgar pajar durante casi un siglo, hasta que ilustres personajes como el Conde de Cedillo o Manuel Gómez Moreno, le han devuelto el noble lugar que le corresponde. En la actualidad la recuperación del templo es un hecho y en los edificios anejos a él se ha instalado un estupendo centro de interpretación, en el que podemos conocer no solo las características de este edificio, sino también el contexto histórico en el que nació.
De la Iglesia de Santa María de Melque me llamó poderosamente la atención los grandes bloques de granito con los que está construida, que la enlazan con la técnica constructiva tardo-romana. Su planta es cruciforme siendo sus brazos desiguales, a partir de los cuales se le fueron añadiendo estancias en los laterales del ábside que le dieron su actual estructura. Son muy escasos los elementos decorativos que en ella encontramos, donde la sencillez de sus arcos de herradura, los pequeños ventanales que se abren en sus gruesos muros y la naturalidad con que descansan sus piedras nos transportan a una época muy anterior a la nuestra.
No me marcharé de este lugar sin antes deciros que algunos autores como José Ignacio Carmona, ha señalado la Iglesia de Santa María de Melque como el posible paradero del antiguo tesoro de los reyes visigodos, entre cuyos objetos estaría el arca de la alianza y la famosa mesa de Salomón. Compártelo con tus amigos a ver si entre todos conseguimos encontrarlo y si no siempre nos quedará el recuerdo de haber visitado, la iglesia visigótica mejor conservada de nuestro país.
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