Situado en el valle del rio Guadalfeo, en las faldas de la sierra de Lújar y Sierra Nevada, Órgiva es uno de los primeros pueblos de la llamada ruta de las alpujarras.
A partir de él podemos comenzar el ascenso a la sierra por una empinada y estrecha carretera que nos llevara, entre otros, por los municipios de Pampaneira, Capileira, Trevélez, Juvíles hasta terminar en Ugijar. Dejaremos la visita de estos hermosos pueblos blancos para otra ocasión.
Ptolomeo mencionó una colonia griega de nombre Exoche, que algunos historiadores han querido identificar con el municipio de Órgiva, pero sin existir certeza alguna de ello, ya que los primeros escritos donde es mencionado, con el nombre de “Hins Oegiva” son los de Al-Idrisi que datan de siglo XII. Durante el periodo de dominación árabe tomo el nombre de Albastch que podríamos traducir como “llano”, y es que al compararla con los otros pueblos alpujarreños, ciertamente es llana su configuración. En 1492 tuvo lugar la toma de Granada por los Reyes Católicos, y estos otorgan el Señorío de Órgiva a los hijos cristianizados de Muley Hacen, señorío que pronto fue recobrado por la corona al ser reprimido el primer levantamiento de los musulmanes alpujarreños y cedido a los dominios del Gran Capitán, y más tarde integrándolo en los señoríos de los duques de Sessa, los Córdoba y Ayala, hasta terminar en las manos de los condes de Sástago. Tradicionalmente Órgiva ha sido el municipio que ha abastecido a toda la comarca, lo que ha conseguido que en su urbanismo confluya la modernidad y la tradición. Entre su patrimonio más destacable está la Parroquia de Nuestra Señora de la Expectación, en cuyo altar mayor se encuentra el Cristo de la Expiración que se atribuye a la escuela de Juan Martínez Montañés. En nuestro paseo por Órgiva descubriremos estupendos edificios como la Casa palacio de los Condes de Sástago, sede del ayuntamiento, o el molino de Benizalte, pero también rincones típicamente alpujarreños como su barrio alto, que con sus calles estrechas y sus “tinaos” nos llevan irremediablemente hasta la ermita de San Sebastián, que desde 1591 es patrón de Órgiva en agradecimiento por su protección contra la peste.
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