domingo, 10 de julio de 2016

Sinagoga de Córdoba



A pesar de la importancia artística e histórica de la sinagoga de Córdoba, por ser el único ejemplo de estas características conservado en Andalucía y de los pocos de nuestro país, es quizás uno de los monumentos menos conocidos del rico patrimonio de esta bellísima ciudad Califal. Este edificio ha sido testigo de numerosos e importantes momentos históricos y es que setecientos años de historia dan para mucho. Según podemos leer en una de sus inscripciones fue construida en 1315 por Isaq Monheb. Con la llegada de los cristianos y la posterior expulsión de los judíos por Isabel la Católica, comenzó una dura época para este singular edificio que pasó a ser utilizado como hospital, ermita, sede del gremio de zapateros, y escuela de párvulos. Pero en 1884 el descubrimiento de unas inscripciones en sus muros, cambió de nuevo la suerte de la sinagoga. Tras ser estudiadas por el académico Don Rafael Romero Barros, padre del conocido pintor cordobés Julio Romero de Torres, fue declarada , un año más tarde, Bien de Interés Cultural y posteriormente en 1994 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco al formar parte del centro histórico de Córdoba. 

La Sinagoga de Córdoba se encuentra en pleno barrio de la Judería, en el centro histórico de la ciudad, concretamente en el número 20 de la calle Judíos, adosada al lienzo interior de la muralla. Aunque a lo largo de su historia ha sufrido numerosas modificaciones, se cree que el aspecto que hoy ofrece es muy similar al original. Un pequeño patio nos da la bienvenida al edificio, a través de él accedemos a un pequeño vestíbulo de planta rectangular. Servía esta sala para que hombres y mujeres se separaran, las mujeres a través de una pequeña escalera accedían a la llamada Tribuna de las mujeres y los hombres entraban a la Sala de Oración. Al entrar en esta sala, sus cuatro muros nos muestran una impresionante decoración en yesería que hoy se muestran sin policromía pero que antaño fueron dorados sobre fondo blanco y encarnados cuando el fondo era azul. En estos muros se abren vanos y arcos de diferentes formas, todos ellos repletos de decoración en yeso con motivos geométricos unas veces y otras con bellas letras que albergan leyendas hebraicas. En el muro occidental, en el interior de un arco de medio punto cegado, aparecen dos pequeñas alacenas que guardaban la Torá y los sagrados royos de la ley. Si levantamos la vista podemos ver la galería de las mujeres, que presenciaban la sala de oraciones a través de tres balcones decorados con arquillos lobulados. La cubierta de la sala de oración se levanta a más de seis metros de altura y está compuesta por un sencillo artesonado de madera. Sólo nos queda fijarnos en el lugar más importante de la sinagoga, el “hejal” que situado en el lado oriental era el espacio reservado para albergar la Torá durante la oración, que aparece coronado por un arco con grandes lóbulos decorados.

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